Pero cuando llegó la 582ª noche
Ella dijo:
"... En cuanto al persa que se marchó en el navío con el arca, era realmente un mago muy formidable; y se llamaba Bahram el Gauro, Adorador del Fuego, alquimista de oficio. Y cada año escogía entre los niños de los musulmanes un joven bien formado, para llevárselo y hacer con él lo que le impulsaba a hacer su descreimiento, su perversión y su raza maldita; porque, como ha dicho el Maestro de los proverbios, ¡era "un perro, hijo de perro, nieto de perro; y todos sus antepasados eran perros! ¿Cómo iba a ser entonces otra cosa que un perro, ni hacer otra cosa que las acciones de un perro? Y he aquí que mientras duró el viaje por mar, bajaba una vez al día al fondo del navío, en donde estaba el arca, levantaba la tapa y daba de comer y beber a Hassán, metiéndole él mismo los alimentos en la boca y dejándole sumido siempre en estado de somnolencia. Y cuando el navío llegó al término del viaje, hizo desembarcar el arca y bajó él también a tierra, mientras que el navío reanudaba su rumbo.
Entonces el mago Bahram abrió el arca, desató las ligaduras de Hassán y destruyó el efecto de bang haciéndole aspirar vinagre y echándole en las narices polvo de antibang. Y al punto recobró Hassán el uso de sus sentidos, y miró a derecha e izquierda; y se vió echado en una playa marina cuyos guijarros y arena estaban coloreados de rojo, de verde, de blanco, de azul, de amarillo y de negro; y por eso asombrado de verse en lugar que no conocía, se levantó y vió sentado detrás de él en una roca al persa, que le miraba con un ojo abierto y un ojo cerrado. Y sólo con ver aquello, tuvo el presentimiento de que había sido víctima del mago y de que en adelante estaba a merced suya. Y se acordó de las desgracias que le predijo su madre; y se resignó a los decretos del Destino, diciéndose: "¡Pongo mi confianza en Alah!"
Luego se acercó al persa, que le dejaba avanzar sin moverse, y le preguntó con voz muy alterada: "¿Qué quiere decir esto, padre mío? ¿Es que no hubo entre nosotros una vez el lazo del pan y de la sal?" Y Bahram el Gauro se echó a reír, y exclamó: "¡Por el Fuego y la Luz! ¿Para qué me hablas del pan y la sal a mí, que soy Bahram el Adorador de la Llama y la Chispa, del Sol y de la Luz? ¿Y no sabes que, lo mismo que a ti, he tenido en mi poder a novecientos noventa y nueve jóvenes musulmanes que rapté, y que tú eres el milésimo? ¡Pero, ¡por el Fuego y la Luz! tú eres el más hermoso de todos! ¡Y no creía ¡oh Hassán! que cayeras tan fácilmente en mis redes! ¡Pero ¡gloria al Sol! hete aquí entre mis manos, y pronto verás cuánto te amo!"
Luego añadió: "¡Primero empezarás por abjurar de tu religión y adorar lo que yo adoro!" Al oír estas palabras, la sorpresa de Hassán se tornó en una indignación sin límites, y gritó al mago: "¡Oh jeique de maldición! ¿qué te atreves a proponerme? ¿Y qué abominación quieres hacerme cometer?"
Cuando el persa vió a Hassán en tal estado de cólera, como tenía otros proyectos con respecto a él, no quiso insistir más aquel día, y le dijo: "¡Oh Hassán! ¡lo que te proponía, al pedirte que abjuraras de tu religión, no era más que una farsa de mi parte para poner a prueba tu fe y añadirte un mérito ante el Retribuidor!" Luego añadió: "¡Mi único objeto, al traerte aquí, es iniciarte, en soledad, en los misterios de la ciencia! ¡Mira esa alta montaña a pico que domina el mar! ¡Es la Montaña de las Nubes! y en ella se encuentran los elementos necesarios para el elixir de las transmutaciones. ¡Y si quieres dejarte conducir a su cima, te juro por el Fuego y la Luz que no tendrás que arrepentirte de ello! ¡Porque si hubiera querido conducirte allí contra tu voluntad, lo hubiese hecho durante tu sueño! Y una vez que hayamos llegado a la cumbre, cogeremos los tallos de las plantas que crecen en esa región situada por encima de las nubes. ¡Y entonces te indicaré lo que tienes que hacer!" Y Hassán, que a pesar suyo sentíase dominado por las palabras del mago, no se atrevió a rehusar, y dijo: "¡Escucho y obedezco!" Luego, recordando dolorido a su madre y a su patria, se echó a llorar amargamente.
Entonces Bahram le dijo: "¡No llores, Hassán! ¡Pronto verás lo que vas a ganar con seguir mis consejos!" Y Hassán preguntó: "¿Pero cómo podremos realizar la ascensión de esta montaña a pico cual una muralla?" El mago contestó: "¡No te detenga esa dificultad! ¡Llegaremos allá con más facilidad que el ave!"
Habiendo dicho estas palabras, el persa sacó de entre su traje un tamboril de cobre en el cual había extendida una piel de gallo y aparecían grabados caracteres talismánicos. Y se puso a tocar con sus dedos en el tamboril. Y al punto se alzó una polvareda, desde el seno de la cual se hizo oír un relincho prolongado; y súbitamente, surgió ante ellos un gran caballo negro alado, que empezó a golpear el suelo con sus cascos, echando llamas por las narices. Y el persa le montó y ayudó a Hassán a encaramarse a la grupa. Y al instante el caballo batió las alas y remontó el vuelo; y en menos tiempo del que se necesita para abrir un párpado y cerrar el otro, les dejó en la cumbre de la Montaña de las Nubes. Luego desapareció.
Entonces el persa miró a Hassán de tan mala manera como en la playa, y lanzando una carcajada estridente, exclamó...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
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