Y cuando llegó la 578ª noche
Ella dijo:
"¡... Oh mi señor, soy un extranjero, y deseo pedirte una cosa!" Y el jeique le devolvió su zalema, y contestó: "¡Habla! El extranjero no es para nosotros extranjero. ¿Qué te hace falta?" El otro contestó: "¡Vengo desde muy lejos a ofrecerte un regalo de mil dinares de oro de parte de mi amo el narrador Abu-Alí del Khorassán! ¡Porque te considera el maestro de todos los narradores de este tiempo, y quiere probarte así su admiración!"
El jeique Ishak contestó: "¡Ciertamente, nadie sabrá ignorar la fama del ilustre Abu-Alí del Khorassán! Acepto, pues, de todo corazón amistoso el regalo de tu amo, y quisiera en cambio enviarle alguna cosa por mediación tuya. ¡Dime, pues, lo que más le gusta, a fin de que mi regalo le agrade más aún!"
Al oír estas palabras tanto tiempo esperadas, el mameluco Mobarak se dijo: "¡Heme aquí al cabo de mis deseos! ¡Y éste será mi último recurso!" Y contestó: "Alah te colme con sus bendiciones, ¡oh mi señor! ¡Pero los bienes de este mundo son numerosos sobre la cabeza de Abu-Ali, que no desea más que una cosa, y es adornar su espíritu con lo que no conoce! ¡Así es que me ha enviado a ti para pedirte por favor que le enseñes algún cuento nuevo con el que pueda endulzar los oídos de nuestro rey! ¡Por ejemplo, nada podría conmoverle más que saber por ti, si acaso la conoces, la historia que se llama las AVENTURAS DE HASSAN AL-BASSRI".
El jeique contestó: "¡Por encima de mi cabeza y de mis ojos! ¡tu deseo será satisfecho, y con creces, porque conozco esa historia, y por cierto que soy el único narrador que la conoce sobre la faz de la tierra! Y razón tiene en buscarla tu amo Abu-Alí, pues sin duda es una de las historias más extraordinarias que existen, y en otro tiempo me la contó un santo derviche, muerto ya, que la sabía por otro derviche, muerto ya, que la sabía por otro derviche, muerto también. Y para hacer honor a la generosidad de tu amo, no solamente voy a contártela, sino a dictártela con todos sus detalles desde el principio al fin. ¡Sin embargo, para esta donación, de mi parte pongo una condición expresa que te comprometerás, por juramento, a cumplir si quieres tener esa copia!"
El mameluco contestó: "¡Estoy dispuesto a aceptar todas las condiciones, aun poniendo en peligro mi alma!"
El narrador dijo: " Pues bien, como esta historia es de las que no se cuentan a cualquiera, y no está hecha para todo el mundo, sino sólo para personas escogidas, vas a jurarme, en nombre tuyo y en el de tu amo, que jamás dirás una palabra de ella a cinco clases de personas: las ignorantes, porque su espíritu grosero no sabría estimarla; los hipócritas, que se asustarían al oírla; los maestros de escuela, incapaces y atrasados, que no la comprenderían; los idiotas, porque son como los maestros de escuela y los engreídos, que no podrían sacar de ella una enseñanza provechosa".
Y exclamó el mameluco: "¡Lo juro ante la faz de Alah y ante ti! ¡oh mi señor!" Luego se desciñó el cinturón y extrajo de él un saco que contenía mil dinares de oro, y se lo entregó al jeique Ishak. El jeique, a su vez, le presentó un tintero y un cálamo, y le dijo: "¡Escribe!"
Y se puso a dictarle palabra por palabra toda la historia de las AVENTURAS DE HASSAN AL-BASSRI, tal como le fué transmitida por el derviche. Y aquel dictado duró siete días y siete noches sin interrupción. Tras de lo cual el mameluco volvió a leer al jeique lo que había escrito, y aquél rectificó diversos pasajes y corrigió las faltas ortográficas. Y en el límite de la alegría, el mameluco Mobarak besó la mano al jeique, y después de decirle adiós, se apresuró a emprender el camino del Khorassán. Y, como la dicha le tornaba ligero, no invirtió en llegar más que la mitad del tiempo que de ordinario necesitaban las caravanas.
He aquí que sólo faltaban diez días para que expirase el año fijado como plazo por el rey, y para que se levantase delante de la puerta de palacio el palo que sería el suplicio de Abu-Alí. Y se había desvanecido por completo la esperanza en el alma del infortunado narrador, y había congregado éste a todos sus parientes y a sus amigos para que le ayudasen a soportar con menos terror la hora espantosa que le esperaba. Y de improviso, en medio de las lamentaciones, hizo su entrada el mameluco Mobarak, blandiendo el manuscrito, y se acercó a su amo, y después de besarle la mano, le entregó las hojas preciosas, la primera de las cuales ostentaba en letras grandes el título: HISTORIA DE LAS AVENTURAS DE HASSAN AL-BASSRI.
Al ver aquello, el narrador Abu-Alí se levantó y abrazó a su mameluco, y le hizo sentarse a su diestra, y se quitó sus propios trajes para ponérselos a él, y le colmó de muestras de honor y de beneficios; luego, tras de haberle libertado, le dió como regalo diez caballos de raza noble, cinco yeguas, diez camellos, diez mulas, tres negros y dos mozos jóvenes. Tras de lo cual cogió el manuscrito que le salvaba la vida, y lo copió de nuevo él mismo en letras de oro sobre un papel magnífico con su caligrafía más hermosa, poniendo anchos espacios entre las palabras, de manera que la lectura se hiciese grata y fácil. Y empleó en aquel trabajo nueve días enteros, tomándose apenas tiempo para pegar los ojos o comer un dátil. Y el décimo día, a la hora señalada para su empalamiento, puso el manuscrito en una arquilla de oro y subió a ver al rey...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
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