Pero cuando llegó la 556ª noche
Ella dijo:
"¡... Y verás entonces si te traigo la buena suerte!"
Entonces Califa hizo lo que el mono acababa de aconsejarle, y habiendo arrojado sus redes, sacó un magnífico pez tan grande como un carnero, con ojos como dos dinares de oro y escamas como diamantes. Y radiante cual si fuese el amo de la tierra y de sus dependencias, fue el pescador a llevárselo en triunfo al mono de los ojos hermosos, que le dijo: "¡Ya lo ves! Ahora ve a coger hierbas buenas y frescas, ponlas en el fondo de tu cesto, coloca el pez encima, cúbrelo todo con una nueva capa de hierbas, échate el cesto al hombro y llévalo a la ciudad de Bagdad, dejándonos a los dos monos atados a este árbol. Y si los transeúntes te preguntan qué llevas, no les contestes una palabra. Y entrarás en el zoco de los cambistas, y en medio del zoco encontrarás la tienda de mi amo Abu-Saada el judío, jeique de los cambistas.
Le hallarás sentado en un diván con un cojín detrás de sí y dos cajas delante, una para el oro y otra para la plata. Y verás en su casa mozos jóvenes, esclavos, servidores y empleados. Entonces te adelantarás hacia él, le pondrás delante el cesto de pescado, y le dirás: "Aquí tienes, ¡oh Abu-Saada! ¡Hoy fui de pesca, y he arrojado las redes en tu nombre, y Alah me ha enviado este pez que hay en el cesto!" Y descubrirás delicadamente el pez.
Entonces te preguntará él: "¿Se lo has brindado a otro que no sea yo?" Dile: "¡No, por Alah!"
Él cogerá el pez y te ofrecerá como precio un dinar; pero se lo devolverás. Y te ofrecerá dos dinares; pero se los devolverás. Y te dirá: "¡Dime, entonces, qué deseas!" Y le contestarás: "¡Por Alah! ¡Sólo vendo el pez por dos palabras!"
Y si te pregunta: "¿Cuáles son esas palabras?", le contestarás: "¡Alzate sobre tus pies!, y di: "¡Sed testigos ¡oh vosotros todos los que estáis presentes en el zoco! de que consiento en cambiar el mono de Califa el pescador por mi mono; que trueco mi suerte por su suerte y mi parte de dicha por su parte de dicha!"
Y añadirás, dirigiéndote a Abu-Saada: "Tal es el precio de mi pez. ¡Porque no me importa el oro! ¡No conozco su color, ni su sabor, ni su utilidad!"
Hablarás así, ¡oh Califa! Y si el judío accede a ese trato, como seré yo propiedad tuya, todos los días muy de mañana te daré los buenos días y por la noche te daré las buenas noches; y así te traeré la buena suerte, y ganarás cien dinares al día. En cuanto a Abu-Saada el judío, inaugurará mañana su jornada con el espectáculo de este mono tuerto y lisiado, y tendrá la misma visión todas las noches; y cada día le afligirá Alah con un nuevo impuesto o una carga o una vejación; y de ese modo, al poco tiempo se arruinará, ¡y cuando no tenga ya nada entre las manos, se verá reducido a la mendicidad! ¡Así, pues, ¡oh Califa! retén bien en la memoria lo que acabo de decirte, y prosperarás y seguirás el camino recto de la dicha!"
Cuando Califa el pescador hubo oído este discurso del mono, contestó: "Acepto tu consejo, ¡oh rey de todos los monos! ¿Pero qué tengo que hacer, entonces, con ese tuerto de mal agüero? ¿Hay que dejarle atado al árbol? ¡Porque estoy muy perplejo con respecto a él! ¡Pluguiera a Alah no bendecirle nunca!"
El mono contestó: "Déjale que vuelva al agua. Y déjame también a mí. ¡Es lo mejor!" Califa contestó: "¡Escucho y obedezco!" Y se acercó al mono tuerto y lisiado, y le desató del árbol; y también dió libertad al mono consejero. Y al punto se echaron de dos zancadas al agua, donde se sumergieron y desaparecieron.
Entonces Califa cogió el pez, lo lavó, lo puso en el cesto encima de la hierba verde y fresca, lo cubrió con hierba asimismo, se lo echó todo al hombro y se fué a la ciudad cantando a gritos.
Y he aquí que, cuando entró en los zocos, la gente y los transeúntes le reconocieron, y como de ordinario bromeaban con él, empezaron a preguntarle: "¿Qué llevas ahí, ¡oh Califa!?"
Pero él no les contestaba y ni siquiera les miraba, y así durante todo el camino. Y llegó de tal suerte al zoco de los cambistas, y pasó las tiendas una a una hasta que llegó a la del judío. Y le vió en medio de su tienda sentado majestuosamente en un diván, teniendo dedicados a su servicio servidores numerosos de todas edades y de todos colores; ¡y parecía así un rey del Khorassán!
Tras de asegurarse de que aquél era el propio judío, Califa adelantóse entre sus manos y se detuvo. Y el judío levantó la cabeza hacia él, y dijo al reconocerle: "Comodidad y familia, ¡oh Califa! ¡Bienvenido seas! ...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discreta.
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