2024/09/03

Noche 538



Pero cuando llegó la 538ª noche


Ella dijo:
"... Y describieron una curva descendente en dirección al mar, en el cual se sumergieron ambos.
Y Saleh quiso enseñar primero a su sobrino su morada submarina, a fin de que la reina Langosta pudiese recibir en su casa al hijo de su hija y de que las primas de Flor-de-Granada tuviesen la alegría de ver de nuevo en su casa a su pariente. Y no fué mucho el tiempo que invirtieron en llegar; y el príncipe Saleh introdujo en seguida a Sonrisa-de-Luna en el aposento de la abuela. Precisamente entonces estaba la reina Langosta sentada en medio de sus parientes las jóvenes: y en cuanto vió entrar a Sonrisa-de-Luna, le reconoció y estornudó de gusto. Y Sonrisa-de-Luna acercóse a ella y le besó la mano, y besó la mano de sus parientes; y todas le besaron con emoción, lanzando agudos gritos de alegría; y la abuela le hizo sentarse al lado suyo y le besó entre los dos ojos, y le dijo: "¡Oh bendita llegada! ¡Oh día de leche! Tú iluminas la morada, ¡oh hijo mío! ¿Cómo está tu madre Flor-de-Granada?" El joven contestó: "¡Goza de excelente salud y de dicha perfecta, y me encarga que os transmita sus zalemas a ti y a las hijas de su tío!" ¡Eso fué lo que dijo! Pero no era verdad, puesto que partió sin despedirse de su madre. En tanto, mientras Sonrisa-de-Luna se alejaba con sus parientes, que le llevaron consigo para enseñarle todas las maravillas de su palacio, el príncipe Saleh se apresuró a poner a su madre al corriente del amor que le había entrado por la oreja a su sobrino y se había apoderado de su corazón, sólo con el relato de los encantos de la princesa Gema, hija del rey Salamandra. Y le contó la aventura, desde el principio hasta el fin, y añadió: "¡Y no ha venido aquí conmigo más que para pedírsela en matrimonio a su padre!"
Cuando la abuela del rey Sonrisa-de-Luna oyó estas palabras de Saleh, hubo de llegar al límite de la indignación contra su hijo, y le reprochó violentamente que no tomara bastantes precauciones para hablar de la princesa Gema en presencia de Sonrisa-de-Luna, y le dijo: "¡Ya sabes, sin embargo, qué hombre tan violento, tan lleno de arrogancia y de estupidez es el rey Salamandra, y con qué avaricia guarda a su hija, que ya se la ha rehusado a tantos príncipes jóvenes! ¡Y te atreves a ponernos en una situación humillante ante él, obligándonos a hacerle una petición que rechazará sin duda! ¡Y entonces, nosotros, que tan alto ponemos nuestro honor, nos veremos muy humillados y volveremos seguramente con el mayor de los desencantos!
¡En verdad, hijo mío, que en ninguna ocasión y de ninguna manera debiste pronunciar el nombre de esa princesa, sobre todo delante del hijo de tu hermana, aunque estuviese dormido por un narcótico!"
Saleh contestó: "¡Así es; pero la cosa ya está hecha, y el joven se halla tan enamorado de la joven, que moriría si no la poseyese, según me ha afirmado! Y después de todo, ¿qué tiene esto de extraordinario? ¡Sonrisa-de-Luna es tan hermoso, por lo menos, como la princesa Gema, y desciende de un ilustre linaje de reyes, y él mismo es rey de un poderoso imperio terrestre! ¡Porque no es el único rey ese estúpido Salamandra! Y además, ¿qué podría éste replicar a lo que yo no respondiese cumplidamente? ¡Me dirá que su hija es rica, y le diré que nuestro hijo es más rico! ¡Que su hija es hermosa; pero nuestro hijo es más hermoso! ¡Que su hija es de noble linaje; pera nuestro hijo es de un linaje todavía más noble! ¡Y así sucesivamente, ¡oh madre mía! hasta que le convenza de que todo es beneficioso para él si consiente en ese matrimonio! ¡Al fin y al cabo, yo, por mi indiscreción, soy el causante de esto, y justo es que me comprometa a llevarlo a buen término, aun a riesgo de que me muelan los huesos y me vea precisado a rendir el alma!"
Al ver que, efectivamente, ya no quedaba más que aquella solución, la vieja reina Langosta dijo suspirando: "¡Cuán preferible hubiese sido, hijo mío, no suscitar nunca una cuestión tan peligrosa! Sin embargo; puesto que así lo quiso el Destino, me resigno, aunque de mala gana, a permitirte marchar. ¡Pero deja conmigo a Sonrisa-de-Luna hasta tu regreso, pues no quiero que se exponga antes de que sepamos nada en concreto! Márchate, pues, sin él, ¡y sobre todo, mide tus palabras, no vaya a ser que una expresión impropia enfurezca a ese rey brutal y grosero que no tiene en cuenta nada y trata a todo el mundo con el mismo desprecio!" Y contestó Saleh: "¡Escucho y obedezco!"
Se levantó entonces y llevóse consigo dos sacos grandes llenos de valiosos regalos destinados al rey Salamandra; y cargó aquellos dos sacos a la espalda de dos esclavos, y con ellos emprendió la ruta marina que conducía al palacio del rey Salamandra...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discreta.

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