Pero cuando llegó la 513ª noche
Ella dijo:
"Entonces Abdalah del Mar cogió del brazo a su compañero y se sumergió con él en las profundidades marinas. Y le dijo: " Abre los ojos!" Y como el terrestre no se sintió sofocado ni abrumado por el peso enorme del mar y como allá dentro respiraba mejor que bajo el cielo, comprendió que era realmente impenetrable para el agua; y abrió los ojos. Y desde aquel instante fué huésped del mar.
Y vió desplegarse el mar por encima de su cabeza como un pabellón de esmeralda, al igual que en la tierra reposa sobre las aguas el admirable azur; y a sus pies extendíanse las regiones submarinas que no había violado desde la creación ninguna mirada terrestre; y reinaba una gran serenidad en las montañas y llanuras del fondo; y era delicada la luz que se bañaba en las transparencias infinitas y el esplendor de las aguas en torno de los seres y de las cosas; y aquellos paisajes tranquilos le encantaban más que todos los encantos del cielo natal; y veía selvas de coral rojo, y selvas de coral blanco, y selvas de coral rosa, que se inmovilizaban en el silencio de sus ramajes; y grutas de diamantes con columnas de rubíes, de crisolitos, de berilos, de zafiros, de oro y de topacios; y una vegetación de locura que se mecía en espacios grandes como reinos; y en medio de arenas de plata, conchas de millares de formas y colores, que se miraban resplandecientes en el cristal de las aguas; y veía a su alrededor peces relampagueantes que semejaban flores, y peces que semejaban frutas, y peces que semejaban pájaros, y otros, vestidos con escamas de oro y plata, que semejaban lagartos grandes, y otros que parecían más bien búfalos, vacas, perros; y hasta Adamitas; e inmensos bancos de reales pedrerías lanzando mil destellos multicolores que el agua avivaba, lejos de extinguirlos; y bancos en que abríanse ostras llenas de perlas blancas, de perlas rosas y de perlas doradas; y enormes esponjas hinchadas que se movían pesadamente sobre su base, alineándose en largas filas simétricas, como cuerpos de ejército, y parecían limitar las diferentes regiones marinas y constituirse en guardianas fijas de las inmensidades solitarias.
Pero Abdalah de la Tierra que, siempre del brazo de su amigo, veía desfilar ante él sobre los abismos en rápida carrera todos estos espectáculos espléndidos, divisó de pronto una innumerable sucesión de cavernas de esmeraldas talladas en los flancos de una montaña de la misma gama verde, y a las puertas de las cuales estaban sentadas o tendidas jóvenes bellas como lunas, con cabellos color de ámbar y de coral. Y se parecían a las jóvenes de la tierra, a no ser por la cola que tenían en el lugar de la grupa, de los muslos y de las piernas. Eran las hijas del mar. Y su dominio era aquella ciudad de cavernas verdes.
Al ver aquello, el terrestre preguntó al marítimo: "¡Oh hermano mío! ¿es que no están casadas esas jóvenes? Porque no veo varones entre ellas". El otro contestó: "Esas que ves son jóvenes vírgenes, y esperan a la puerta de sus moradas la llegada del esposo que vendrá a escoger entre ellas la que más le guste. En otros parajes del mar hay ciudades pobladas de varones y de hembras, y de allá salen los jóvenes en busca de esposas jóvenes; porque sólo aquí tienen derecho a residir las jóvenes, quienes vienen a este lugar desde todos los puntos de nuestro imperio y viven juntas esperando al esposo". Y cuando Abdalah del Mar acabó de dar esta explicación a su amigo, llegaron a una ciudad poblada por varones y hembras; y dijo Abdalah de la Tierra: "¡Oh hermano mío, allí veo una ciudad poblada; pero no advierto en ella tiendas donde se venda y se compre! ¡Y además, he de decirte que estoy muy asombrado de ver que ni uno de sus habitantes se cubre con trajes que le protejan las partes que deben ir ocultas!"
El otro contestó: "Respecto a lo de vender y comprar, no tenemos ninguna necesidad de ello, ya que la vida es fácil para nosotros y nuestro alimento consiste en peces que se pescan al alcance de la mano. Pero en cuanto a ocultar ciertas partes de nuestro cuerpo, ante todo no creemos que sea necesario, además de que tenemos constituidas las partes de otra manera que vosotros; y luego, aunque quisiéramos ocultarlas, no podríamos, pues no disponemos de telas con qué cubrirlas". El terrestre dijo: "¡Está bien! ¿Y cómo se efectúan entre vosotros los matrimonios?" El otro dijo: "Entre nosotros no se contraen matrimonios, porque no tenemos leyes que fijen y rijan nuestros deseos y nuestras inclinaciones; pero cuando nos gusta una joven, nos quedamos con ella; y cuando deja de gustarnos, la dejamos, ¡y ya le gustará a otro! Además, no todos somos musulmanes aquí; entre nosotros hay también muchos cristianos y judíos; y esas gentes no admiten el matrimonio fijo, porque les gustan mucho las mujeres, y el matrimonio fijo les contraría. Sólo los musulmanes, que vivimos aparte en una ciudad donde no penetran los infieles, nos casamos con arreglo a los preceptos del Libro, y celebramos nupcias bien vistas por el Altísimo y el Profeta (¡con él la plegaria y la paz!) Pero ¡oh hermano mío! quiero hacerte llegar cuanto antes a nuestra ciudad; porque, si mil años invirtiera en mostrarte los espectáculos de nuestro imperio y las ciudades que le pueblan, ¡no acabaría mi tarea en ese tiempo ni podrías formarte una idea aproximada de lo que es!" Y dijo el terrestre: "¡Sí, date prisa, hermano mío, porque además tengo hambre y no puedo comer pescados crudos, como haces tú!"
Y preguntó el marítimo: "¿Y cómo coméis, entonces, el pescado los terrestres?" El otro contestó: "¡Lo asamos o lo freímos en aceite de oliva o en aceite de sésamo!" Y el marítimo se echó a reír, y dijo: "¿Y cómo nos arreglaríamos nosotros, que habitamos en el agua, para tener aceite de oliva o de sésamo y freír pescado en una lumbre que no se apagara?" El terrestre dijo: "¡Tienes razón, hermano mío! ¡Te ruego, pues, que me conduzcas cuanto antes a tu ciudad, que no conozco!"
Entonces Abdalah el Marítimo...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana. y se calló discreta.
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