Ella dijo:
... Cuando trazó sobre la puerta estos versos, se colocó en su palanquín, y la caravana se puso en marcha. Franquearon llanuras y desiertos, terrenos uniformes y montes accidentados, y llegaron de tal suerte al mar de Al-Konuz, a la orilla del cual armaron sus tiendas; y construyeron un gran navío, en el que hicieron embarcarse con su séquito a la joven.
Y como el visir había dado orden a los conductores de la caravana de que cuando dejasen a la joven confinada en el palacio enclavado en la cima de la montaña volviesen a la playa y destruyesen el navío, se guardaron muy mucho de desobedecer, y ejecutaron puntualmente la misión que se les encargó, para regresar luego a presencia del visir, llorando por todo aquello. ¡Y he aquí cuanto a ellos se refiere!
Pero respecto a Delicia-del-Mundo, cuando se despertó al día siguiente no dejó de hacer su oración matinal y de montar a caballo para ponerse al servicio del sultán, como de costumbre. Al pasar por la puerta del visir, advirtió los versos escritos en ella, y al leerlos creyó perder el sentido, y se encendió el fuego en sus entrañas trastornadas. Volvióse entonces a su casa, donde no pudo estarse quieto ni un momento, presa de la impaciencia, de la inquietud y de la agitación.
Luego, al caer la noche, temeroso de revelar su estado a la servidumbre, se apresuró a salir, vagando a la ventura por los caminos, perplejo y hosco.
Anduvo de tal modo toda la noche y parte de la mañana siguiente, hasta que el calor intenso y la sed torturadora le obligaron a descansar algo. Y he aquí que precisamente había llegado al borde de un arroyo sombreado por un árbol, y se sentó allí y cogió agua en el hueco de las manos. Pero al llevar a sus labios esta agua no le encontró sabor ninguno; al mismo tiempo sintió que se le demudaba el semblante y se le ponía amarillo el color; y vió que tenía los pies hinchados por la marcha y el cansancio.
Entonces se echó a llorar copiosamente, y con las mejillas empapadas de lágrimas recitó estos versos:
-
- ¡Se embriaga el enamorado con el amor de su amigo, y aumenta su embriaguez la intensidad de sus deseos!
-
- ¡La locura de su amor le hace vagar exaltado y frenético; no halla en ninguna parte asilo; no tiene gusto ninguno en alimentarse!
-
- ¿Cómo puede encontrar alegría el enamorado, viviendo lejos de su amiga? ¡Ah! ¡sería prodigioso!
-
- ¡Derretido estoy desde que el amor habita en mí; y torrentes de llanto me lavan las mejillas!
-
- ¡Oh! ¿cuándo veré al amigo o a alguien de su tribu que traiga un poco de calma a este torturado corazón?
Pero en aquel preciso instante acordóse de pronto de haber leído antaño en los libros antiguos que el león era sensible a la dulzura de las palabras, se complacía con las adulaciones, y de este modo se dejaba amansar fácilmente. Entonces empezó a decirle: "¡Oh león de las selvas! ¡oh león de las llanuras! ¡oh león intrépido! ¡oh jefe temido de los bravos! ¡oh sultán de los animales! ¡delante de tu grandeza tienes a un pobre enamorado aniquilado por la separación y con la mente enloquecida, a quien la pasión redujo hasta este extremo! ¡Escucha mis palabras y apiádate de mi perplejidad y mi dolor!"
Cuando el león hubo oído este discurso, retrocedió unos pasos, se sentó, levantó la cabeza mirando a Delicia-del-Mundo, y púsose a jugar con su cola y sus patas delanteras.
Al ver aquellos movimientos del león, Delicia-del-Mundo recitó estos versos:
-
- ¡Oh león del desierto! ¿vas a matarme antes de que encuentre a quien me ató el corazón?
-
- ¡Oh, no soy caza preciada, ni siquiera gorda, porque consumido está mi cuerpo por la pérdida del amigo, y tengo el corazón devastado!
-
- ¿Qué harás con un muerto a quien sólo el sudario falta?
-
- ¡Oh león tumultuoso en la refriega!
-
- ¡Si me maltratas, alegrarás con ello a los que me envidian!
-
- ¡No soy más que un pobre enamorado anegado en lágrimas, con el corazón oprimido por la ausencia del amigo!
-
- ¿Qué ha sido del amigo? ¡Oh tristes pensamientos de mis noches inquietas!
-
- ¡He aquí que no sé si mi vida se debate en la nada!
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario