Ella dijo:
La joven blanca se llamaba Cara-de-Luna; la morena se llamaba Llama-de-Hoguera; la gruesa, Luna-Llena; la delgada, Hurí-del-Paraíso; la rubia, Sol-del-Día; la negra, Pupila-del-Ojo.
Un día feliz, Alí El-Yamaní, con la quietud disfrutada por él en la deleitosa Bagdad, y sintiéndose en una disposición de espíritu mejor aún que de ordinario, invitó a sus seis esclavas a un tiempo a ir a la sala de reunión para acompañarle, y a pasar el rato bebiendo, departiendo y cantando con él. Y las seis se le presentaron enseguida, y con toda clase de juegos y diversiones se deleitaron juntos infinitamente.
Cuando la alegría más completa reinó entre ellos, Alí El-Yamaní cogió una copa, la llenó de vino, y volviéndose hacia Cara-de-Luna, le dijo: "¡Oh blanca y amable esclava! ¡Oh Cara-de-Luna! ¡Déjanos oír algunos acordes delicados de tu voz encantadora!" Y la esclava blanca, Cara-de-Luna, cogió un laúd, templó sus sonidos y ejecutó algunos preludios en sordina que hicieron bailar a las piedras y levantarse los brazos. Y después se acompañó el canto con estos versos que hubo de improvisar:
- ¡Esté lejos o cerca, el amigo que tengo ha impreso para siempre su imagen en mis ojos, y para siempre ha grabado su nombre en mis miembros fieles!
- ¡Para acariciar su recuerdo, me convierto, por completo en un corazón, y para contemplarle, me convierto completamente en un ojo! El censor que me reconviene de continuo me ha dicho: "¿Olvidarás por fin ese amor inflamado?" Y yo le digo: "¡Oh censor severo, déjame y vete! ¿No ves que te alucinas pidiéndome lo imposible?"
Al oír estos versos, el dueño de Cara-de-Luna se conmovió de gusto, y después de haber mojado los labios en la copa, se la ofreció a la joven, que se la bebió. La llenó él por segunda vez, y con ella en la mano se volvió hacia la esclava morena, y le dijo: "¡Oh Llama-de-Hoguera, remedio de las almas! ¡Procura, sin besarme, hacerme oír los acentos de tu voz, cantando los versos que te plazcan!" Y Llama-de-Hoguera cogió el laúd y lo templó en otro tono; y preludió con unos tañidos que hacían bailar a las piedras y a los corazones y enseguida cantó:
- ¡Lo juro por esa cara querida! ¡Te quiero, y a nadie más que a ti querré hasta morir! ¡Y nunca haré traición a tu amor!
- ¡Oh rostro brillante que la belleza envuelve con sus velos, a los más bellos seres enseñas lo que puede ser una cosa bella!
- ¡Con tu gentileza has conquistado todos los corazones, pues eres la obra pura salida de manos del Creador!
- ¡Si yo pudiera lograr agradarte, objeto de mi deseo, desafiaría a todo el universo y a su ira, sin aspirar a otro premio que tu sonrisa!
- ¡Si hacia mi alma que suspira avanzaras con tu altivo paso cimbreante, todos los reyes de la tierra desaparecerían sin que yo me enterase!
- ¡Si aceptaras mi humilde amor, mi dicha sería pasar a tus pies toda mi vida, oh tú hacia quien convergen los atributos y adornos de la belleza!
- ¡Extremado es mi ardor por ti, y lo iguala tu indiferencia! ¿Dónde rige la ley que aconseja sentimientos tan opuestos?
- ¿En casos de amor, hay un Juez supremo para recurrir a él? ¡Dejaría a ambas partes iguales, dando el exceso de mi ardor al amado, y dándome a mí el exceso de su indiferencia!
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario