Ella dijo:
"... la gratitud por tus beneficios ocupa en nuestro corazón un sitio de honor!" Entonces la buena señora empezó por apresurarse a ayudar al médico para que Feliz-Bello, desmayado, recobrara el conocimiento, y después dijo: "Podéis contar con el favor de mi buena voluntad y mi abnegación". Y les dejó para ir enseguida junto a Feliz-Bella, a la cual encontró con el rostro radiante de júbilo y salud. Y se acercó a ella sonriente, y le dijo: "Hija mía, ¿por qué no has tenido desde el principio confianza en tu madre? De todos modos, ¡cuánta razón te asistía para llorar todas las lágrimas de tu alma al verte separada de tu dueño, el hermoso y dulce Feliz-Bello, hijo de Primavera, de Kufa!" Y al ver la sorpresa de la joven, se dió prisa a añadir: "Puedes contar, hija mía, con toda mi discreción y mi voluntad maternal para contigo. ¡Te juro que te reuniré con tu amado, aunque me costara la vida! ¡Tranquiliza, pues, tu alma, y deja que la anciana trabaje para tu bien, según su saber!"
Abandonó entonces a Feliz-Bella, que le besaba las manos llorando de alegría, y fué a hacer un paquete en el cual puso ropas de mujer, alhajas y todos los accesorios necesarios para un completo disfraz, y volvió a la tienda del médico, e hizo seña a Feliz-Bello para hablar aparte con él. Entonces Feliz-Bello la llevó a la trastienda, detrás de una cortina, y se enteró por ella de sus proyectos, que le parecieron perfectamente combinados, y se dejó guiar por el plan que ella le sometió.
Con lo cual la buena dama vistió a Feliz-Bello con ropas de mujer que había llevado, y le alargó los ojos con kohl, y agrandó y ennegreció el lunar de la mejilla, y después le puso brazaletes en las muñecas, y le colocó alhajas en la cabellera cubierta con un velo de Mosul, y hecho aquello echó la última ojeada a su tocado, y le pareció que estaba encantador así y mucho más hermoso que todas las mujeres juntas del palacio del sultán. Entonces le dijo: "¡Bendito sea Alah en sus obras! Ahora, hijo mío, tienes que andar como las jóvenes todavía vírgenes, yendo a pasito corto, moviendo la cadera derecha y enarcando hacia atrás la izquierda, sin dejar de dar ligeras sacudidas a tus nalgas sabiamente. ¡Haz un corto ensayo de esas maniobras antes de salir!"
Entonces Feliz-Bello se puso a ensayar en la tienda los ademanes consabidos, y lo hizo tan bien, que la buena dama exclamó: "¡Maschalah! ¡Ya pueden dejar de alabarse las mujeres! ¡Qué maravillosos movimientos de nalgas y qué meneo de riñones tan espléndido! Sin embargo, para que la cosa resulte completamente admirable, es menester que des a tu cara una expresión más lánguida, inclinando el cuello un poco más y mirando con el rabillo del ojo. ¡Así! ¡Perfectamente! Ya puedes seguirme". Y se fué con él a palacio.
Cuando llegaron a la puerta de entrada del pabellón reservado al harem, avanzó el jefe de los eunucos y dijo: "Ninguna persona extraña puede entrar sin orden especial del Emir de los Creyentes. ¡Atrás, pues, con esa joven, o si quieres, entra tú sola!" Pero la dama anciana dijo: ¿Qué has hecho de tu cordura, ¡oh corona de los guardianes!? ¡Tú, que generalmente eres la misma delicia y la urbanidad, adoptas ahora un tono que le sienta muy mal a tu aspecto exquisito! ¿No sabes, ¡oh dotado de nobles modales! que esta esclava es propiedad de Sett Zahia, hermana de nuestro amo el califa, y que Sett Zahia, en cuanto sepa tu falta de consideración respecto a su esclava preferida, no dejará de hacer que te destituyan y hasta de mandar decapitarte? ¡Y tú mismo habrás sido de esta manera el causante de tu infortunio!" Después la dama se volvió hacia Feliz-Bello, y le dijo: "¡Ven, esclava, olvida por completo esa falta de miramiento de nuestro jefe, y sobre todo no le digas nada a tu señora! ¡Anda, vamos ya!" Y le cogió de la mano y le hizo entrar; mientras Feliz-Bello inclinaba mimosamente la cabeza a derecha e izquierda, sonriendo con los ojos al jefe de los eunucos, que meneaba la cabeza.
Ya en el patio del harem, la dama dijo a Feliz-Bello: "Hijo mío, te hemos hecho reservar una habitación en el interior del harem, y allá vas a irte en seguida tú sólo. Para dar con el aposento, entras por esta puerta, tomas la galería que encuentres delante, vuelves a la izquierda, y después a la derecha, y otra vez a la derecha; cuentas en seguida cinco puertas, y abres la sexta, que es la de la habitación que se te ha reservado, y a la cual irá a buscarte Feliz-Bella, a quien voy a avisar.
Y yo me encargaré de que salgáis los dos de palacio sin llamar la atención de guardias ni de eunucos".
Entonces Feliz-Bello entró en la galería, y en su turbación, se equivocó de camino; volvió a la derecha, y después a la izquierda por un pasillo paralelo al otro, y penetró en la sexta habitación...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario