Ella dijo:
"...vosotros, que sois jóvenes y hermosos, ¡comed, bebed y sed felices!"
Entonces Feliz-Bella fué a buscar a su amo y le dijo: "¡Oh mi señor! ¡Te ruego que vayas a suplicar a esa santa que en adelante se aposente en nuestra casa, pues su rostro, macerado en la piedad, iluminará nuestra morada!" Feliz-Bello contestó: "Tranquilízate. Ya he mandado que le preparen una habitación con su lecho, y una esterilla nueva, y su jarro, y su palangana. Y nadie la molestará".
En cuanto a la vieja, se pasó toda la noche rezando y leyendo en alta voz el Corán. Después, al amanecer, se lavó y fué a buscar a Feliz-Bello y a su amiga, y les dijo: "¡Vengo a despedirme de vosotros! ¡Alah os tenga en su guarda!" Pero Feliz-Bello le dijo: "¡Oh madre nuestra! ¿Cómo nos vas a dejar con tan poco sentimiento, cuando nosotros nos estábamos ya alegrando de ver nuestra casa bendecida para siempre por tu presencia y te habíamos preparado la mejor habitación para que hagas tus devociones sin que te molesten?"
Y la vieja contestó: "¡Alah os conserve a los dos y haga durar sus bendiciones y sus gracias para vosotros! Ya que la caridad musulmana ocupa un sitio de honor en vuestro corazón, me alegro mucho de que me albergue vuestra hospitalidad. ¡Pero os pido únicamente que advirtáis a vuestro portero, que tiene una cara tan seca, que no se oponga más a dejarme entrar aquí cuando pueda venir! Ahora mismo voy a visitar los santos lugares de Kufa, en los cuales haré votos a Alah para que os retribuya según vuestros méritos. ¡Luego volveré a endulzarme con vuestra, hospitalidad!" Después los dejó, mientras ambos le cogían las manos y se las llevaban a los labios y a la frente.
¡Oh pobre Feliz-Bella! ¡Si supieras el motivo de que aquella vieja de betún entrara en tu casa y los negros destinos que urdía contra tu dicha y tranquilidad! Pero ¿cuál es la criatura que puede adivinar lo oculto y arrancar el velo al porvenir?
La maldita vieja salió, y se dirigió al palacio del gobernador, y se le presentó enseguida. Entonces éste le preguntó: "¿Qué has hecho, ¡oh desenredadora de telas de arañas!? ¡Oh taimada sublime y sutil!"
La vieja dijo: "Haga lo que haga, ¡oh mi señor! no soy más que tu discípula y la protegida de tus miradas. Escucha. He visto a la joven Feliz-Bella, esclava del hijo de Primavera. ¡Jamás el vientre de la fecundidad modeló belleza semejante!" El gobernador exclamó. "¡Ya Alah!" Y prosiguió la vieja: "Está amasada con delicias. ¡Es un fluir continuo de dulzuras y de encantos ingenuos!" El gobernador exclamó: "¡Oh, ojo mío! ¡Latido de mi corazón!" La vieja añadió: "¿Qué dirías si oyeras el timbre de su voz, más fresca que el rumor del agua debajo de una bóveda sonora? ¿Qué harías si vieras sus ojos de antílope y sus miradas modestas?"
El gobernador exclamó: "¡No podría hacer más que admirarla con toda mi admiración, pues repito que la destino a nuestro amo el califa! ¡Apresúrate, pues, a triunfar!" La vieja dijo: "¡Te pido para ello un mes entero!" Y el gobernador respondió: "¡Dispón de ese tiempo, siempre que dé resultado! Y en mí encontrarás una generosidad que te dejará satisfecha. Para empezar, toma mil dinares como señal de mi buena voluntad".
Y la vieja guardó los mil dinares en el cinturón, y desde aquel día empezó a visitar con regularidad a Feliz-Bello y Feliz-Bella en su casa, y ellos, por su parte, le demostraban cada día más miramientos y consideraciones.
Y así las cosas, la vieja llegó a ser la consejera inseparable de aquella casa. Y un día le dijo a Feliz-Bella: "Hija mía, la fecundidad no ha visitado aún tus caderas juveniles. ¿Quieres venir conmigo a pedir la bendición a los santos ascetas, a los jeiques amados de Alah, a los santones y walíes que están en comunicación con el Altísimo? Conozco a esos walíes, hija mía, y sé el poder inmenso que tienen para hacer milagros y realizar las cosas más prodigiosas en nombre de Alah. Curan a los ciegos y a los inválidos, resucitan a los muertos, vuelan por el aire, nadan por el agua. En cuanto a la fecundación de las mujeres, ¡es el privilegio más fácil que les otorgó Alah! ¡Y alcanzarás ese resultado sin más que tocar la orla de su ropón o besar las cuentas de su rosario!"
Al oír estas palabras de la vieja, Feliz-Bella sintió agitarse en su alma el deseo de la fecundidad, y dijo a la anciana: "Tengo que pedir a mi amo Feliz-Bello permiso para salir. Aguardemos que regrese". Pero la vieja respondió: "Te basta con avisar a su madre". Entonces la joven fué enseguida a buscar a la madre de Feliz-Bello, y le dijo: "Te suplico, por Alah, ¡oh mi señora! que me concedas permiso para ir con esta santa vieja a visitar a los walíes amigos de Alah, y pedirles la bendición en su santa morada. Y te prometo estar aquí de vuelta antes que llegue mi amo Feliz-Bello". Entonces la esposa de Primavera contestó: "¡Hija mía, piensa en el disgusto que tendría tu amo si volviese y no te encontrase! Me diría: ¿Y cómo ha podido salir Feliz-Bella sin permiso mío? ¡Es la primera vez que tal ocurre!".
En este momento intervino la vieja, y dijo a la madre de Feliz-Bello: "¡Por Alah! ¡Haremos una rápida vuelta por los lugares santos, no la dejaré siquiera que se siente para descansar, y la traeré sin demora!" Entonces la madre de Feliz-Bello dió el consentimiento, pero suspirando a pesar suyo.
La vieja se llevó, pues, a Feliz-Bella y la guió directamente a un pabellón aislado del jardín de palacio; allí la dejó sola un momento, y corrió a comunicar su llegada al gobernador, que fué enseguida al pabellón...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
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