Ella dijo:
"... disfruta durante larga vida la abundancia de los goces del alma!"
Después transcurrieron tiempos felices, y los dos niños llegaron a cumplir los doce años de edad.
Entonces Primavera fué a buscar a su hijo Feliz-Bello, que jugaba a matrimonios con Feliz-Bella, y le llamó aparte, y le dijo: "¡He aquí, ¡oh hijo mío! que acabas de cumplir doce años, gracias a la bendición de Alah! De modo que desde hoy ya no has de llamar a Feliz-Bella hermana tuya, pues ahora he de decirte que Feliz-Bella es hija de nuestra esclava Prosperidad, aunque la hayamos criado contigo en la misma cuna y la tratemos como a hija nuestra. Además, desde ahora es menester que se cubra la cara con el velo, pues tu madre me ha dicho que Feliz-Bella ha llegado la semana pasada a la época de la nubilidad. Así es que tu madre le va a buscar un esposo, que será para nosotros un esclavo adicto".
Al oír estas palabras, Feliz-Bello dijo a su padre: "Pues ya que Feliz-Bella no es hermana mía, quiero casarme con ella". Primavera contestó: "¡Hay que pedirle permiso a tu madre!"
Entonces Feliz-Bello fué a buscar a su madre, y le besó la mano, que se llevó a la frente; después le dijo: "Deseo casarme en secreto con Feliz-Bella, hija de nuestra esclava Prosperidad". Y la madre de Feliz-Bello contestó: "¡Feliz-Bella te pertenece, hijo mío! Tu padre la había comprado en nombre tuyo".
Inmediatamente Feliz-Bello corrió a buscar a Feliz-Bella, y la cogió de la mano, y la amó, y ella le amó a él, y la misma noche durmieron juntos, como esposos dichosos.
Después, y sin cesar tal estado de cosas, vivieron ambos en el colmo de la felicidad durante cinco años benditos. Y en toda la ciudad de Kufa no había joven más bella, ni más dulce, ni más deliciosa que la mujer del hijo de Primavera. Ni la había tan instruida ni tan sabia. En efecto, Feliz-Bella había consagrado sus ratos de ocio a aprender el Corán, las ciencias, la hermosa escritura cúfica y la corriente, las bellas letras y la poesía, y el manejo de los instrumentos musicales. Y había llegado a adquirir tal habilidad en el arte del canto, que sabía cantar de más de quince modos distintos, y basándose en una sola palabra del primer verso de una canción, podía prolongar durante varias horas, y hasta una noche entera, variaciones infinitas que arrebataban con sus ritmos y sus trémolos.
Así es que Feliz-Bello y su esclava Feliz-Bella, muchas veces, a las horas de calor, se sentaban en su jardín sobre el mármol desnudo que rodeaba el estanque, en donde la frescura del agua y de la piedra llenábanles de delicias. Allí comían sandías exquisitas, de pulpa fusible y ligera, y almendras y avellanas, y grano tostado y salado, y otras mil cosas admirables. Y dejaban de comer para respirar rosas y jazmines, o para recitarse poemas encantadores. Y entonces Feliz-Bello rogaba a su esclava que preludiase, y Feliz-Bella cogía la guitarra de cuerdas dobles, de la cual sabía extraer sonidos sin par. Y ambos cantaban canciones como éstas, entre otras mil maravillosas:
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- ¡Oh joven, llueven flores y aves! ¡Vamos con el viento hacia la cálida Bagdad de sonrosadas cúpulas!
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- ¡No emir mío! ¡Quedémonos todavía en el jardín, junto al llamear de las palmas de oro, y, oh delicia, con las manos en la nuca soñemos!
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- ¡Ven, oh joven! ¡Llueven diamantes en las hojas azules, y sobre el azul, es bella la curva de las ramas! ¡Levántate, oh ligera, y sacude las gotas furtivas que lloran en tus cabellos!
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- ¡No emir mío, siéntate aquí y reclina la cabeza en mis rodillas! ¡Embriágate entre mi ropa con todo el perfume de mis pechos floridos... y luego oye la suave brisa que canta al Hacedor!
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- ¡Soy feliz y ligera como una ágil danzarina!
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- ¡Oh labios, haced más lentos vuestros trinos sobre las flautas! ¡Guitarras, paraos bajo los dedos para escuchar la canción de las palmeras!
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- ¡Las palmeras están de pie! ¡Como las jóvenes, murmuran en sordina en la noche clara, y el remolino de sus cabelleras melodiosas responde a la brisa musical!
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- ¡Ah! ¡Soy feliz y ligera como una ágil danzarina!
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- ¡Esposa encantadora y perfumada! ¡Al oír las notas de tu voz, las piedras se levantan bailando, y vienen ordenadamente a construir un edificio armonioso!
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- ¡Que aquel que creó la belleza del amor nos otorgue la ventura, esposa encantadora y perfumada!
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- ¡Oh negrura de mis ojos! ¡Por ti voy a dar azulado a mis párpados con la varita de cristal, y a macerar mis manos en la pasta de alheña!
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- ¡Así te parecerán mis dedos frutos del azufaifo, o si lo prefieres, dátiles finos!
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- ¡Después me perfumaré los pechos, el vientre y todo el cuerpo con incienso delicado, para que mi piel se derrita en tu boca con suavidad, oh negrura de mis ojos!
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
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