Ella dijo:
Y los dos genios respondieron: "¡Inschalah!" Y después se acercaron al lecho, cogieron a la joven, que se echaron a cuestas, y volaron con ella hasta el palacio del rey Ghayur, al cual no tardaron en llegar y la depositaron con delicadeza en su cama para irse en seguida cada cual por un lado.
En cuanto a Maimuna, se volvió a su pozo, después de haber depositado un beso en los ojos de su amigo.
Eso en cuanto a los tres.
Pero en cuanto a Kamaralzamán, por la mañana despertó del sueño con el cerebro todavía turbado por su aventura nocturna. Y se volvió hacia la derecha y hacia la izquierda; pero, como era natural, sin encontrar a la joven.
Entonces dijo para sí: "¡Bien adiviné que era mí padre el que había preparado todo esto para probarme, e impulsarme al matrimonio! De modo que he hecho bien en aguardar para pedirle el consentimiento, como buen hijo".
Después llamó al esclavo echado a la puerta, gritándole: "¡Eh, tumbón, levántate!" Y el esclavo se levantó sobresaltado, y medio dormido aún se apresuró a llevar a su amo el jarro y la palangana. Y Kamaralzamán cogió la jofaina y el jarro, y se fué al retrete a hacer sus necesidades, verificando luego sus abluciones con cuidado, y volvió para cumplir su rezo por la mañana, y comió un bocado, y leyó un versículo del Corán. Después, tranquilamente, y como de pasada, preguntó al esclavo: "Sauab, ¿adónde llevaste a la muchacha de esta noche?"
El esclavo, estupefacto, exclamó: "¿Qué muchacha, ¡oh amo Kamaralzamán!?"
Este dijo levantando la voz: "¡Te ordeno, bribón, que me respondas sin rodeos! ¿Dónde está la joven que ha pasado la noche conmigo en la cama?" El esclavo contestó: "¡Por Alah! ¡Oh señor, no he visto ni muchacha ni muchacho! ¡Y además, nadie ha podido entrar aquí, estando yo echado delante de la puerta!" Kamaralzamán gritó: "¡Eunuco malhadado, también tú te atreves a contrariarme y a disgustarme! ¡Ah maldito, te han enseñado ardides y mentiras! ¡Por última vez te intimo a que me digas la verdad!" Entonces el esclavo levantó los brazos al cielo, y exclamó: "¡Alah es el único grande! ¡Oh amo Kamaralzamán, no entiendo una palabra de lo que me preguntas!"
Entonces Kamaralzamán le gritó: "¡Acércate, maldito!" Y habiéndose acercado el eunuco, le agarró del cuello y lo tiró al suelo, y le pateó con tanta furia, que el eunuco soltó un pedo. Entonces Kamaralzamán siguió dándole patadas y puñetazos hasta que le dejó medio muerto. Y como el eunuco por toda explicación lanzaba gritos inarticulados, Kamaralzamán le dijo: "¡Aguarda un poco!" Y corrió a buscar la soga de cáñamo que servía para sacar el agua del pozo, se la pasó al esclavo por debajo de los sobacos, la ató fuertemente, y le arrastró hasta el orificio del pozo, descolgándole hasta que le sumergió del todo en el agua.
Y como era en invierno, y el agua estaba muy desagradable y corría un viento muy frío, el eunuco empezó a estornudar y pedir perdón. Pero Kamaralzamán le zambulló varias veces, gritando cada vez: "¡No saldrás hasta que confieses la verdad! ¡Si no, te ahogo!"
Entonces el eunuco pensó: "¡Seguramente lo hará como lo dice!" Y después gritó: "¡Amo Kamaralzamán, sácame de aquí y te diré la verdad! Entonces el príncipe lo sacó, y le vió que temblaba como caña al viento, y castañeteaba los dientes de frío y miedo, y presentaba un aspecto asqueroso, chorreando agua y sangrando por la nariz.
El eunuco, al sentirse momentáneamente fuera de peligro, no perdió un instante, y dijo al príncipe: "¡Permíteme que vaya primero a mudarme de ropa y a limpiarme las narices!"
Y Kamaralzamán le dijo: "¡Vete, pero no pierdas tiempo! ¡Y vuelve pronto a darme noticias!" Y el eunuco salió corriendo, y se fué a palacio a buscar al padre de Kamaralzamán.
Y en aquel momento el rey Schahramán conversaba con su gran visir, diciendo: "¡Oh visir mío! ¡He pasado muy mala noche por lo inquieto que está mi corazón respecto a mi hijo Kamaralzamán! ¡Y temo mucho que le haya ocurrido alguna desgracia en esa torre vieja, tan mal acondicionada para un joven tan delicado como mi hijo!"
Pero el visir le contestó: "¡Tranquilízate! ¡Por Alah! ¡Nada ha de sucederle allí! ¡Así se domará su arrogancia y se reducirá su orgullo!
Y en el acto se presentó el eunuco en el estado en que le habían puesto, y cayó a los pies del rey, y exclamó: "¡Oh señor nuestro y sultán! ¡La desventura ha entrado en tu casa! ¡Mi amo Kamaralzamán acaba de despertarse completamente loco! ¡Y para darte una prueba de su locura, sabe que me dijo tal y cual cosa, y me hizo tal y cual otra! ¡Y yo, por Alah, no he visto entrar en el aposento del príncipe muchacha ni muchacho!"
Oídas tales palabras, el rey Schahramán ya no tuvo duda de sus presentimientos, y gritó a su visir: "¡Maldición! ¡Tuya es la culpa, oh visir de perros! ¡Tú me sugeriste la idea calamitosa de encerrar a mi hijo, a la llama de mi corazón! ¡Ah, hijo de perro! ¡Levántate y corre pronto a ver lo que pasa, y vuelve aquí a darme cuenta de ello inmediatamente!
Enseguida salió el gran visir, acompañado del eunuco, y se dirigió a la torre, pidiendo pormenores, que el esclavo le dió, y bien alarmantes. Así es que el visir no entró en la habitación sin precauciones infinitas, metiendo poco a poco primero la cabeza y después el cuerpo. ¡Y cuál no fué su sorpresa al ver a Kamaralzamán sentado tranquilamente en la cama y leyendo con atención el Corán...!
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario