Pero cuando llegó la 72ª noche
Ella dijo:
Entonces el eunuco no se atrevió a insistir más, y salió en busca del hombre de los versos. Pero aunque miró por todas partes y anduvo en todas direcciones, sólo encontró despierto al encargado del hammam, porque Daul'makán yacía desmayado. El encargado, al ver al eunuco, a la luz de la luna, con una cara de muy mal humor, temió que Daul'makán hubiera turbado el sueño de la esposa del chambelán, y no se atrevió a moverse.
Pero ya el eunuco le había visto, y le dijo: "¿Eres tú el que acaba de cantar esos versos que ha oído mi señora?" Y el encargado, completamente convencido de que habían molestado a la esposa del chambelán, exclamó: "¡Oh! no he sido yo".
Y el eunuco dijo: "Pues entonces, ¿quién ha sido? Seguramente has debido verle, puesto que no dormías". Y el encargado, alarmadísimo, exclamó: "No he oído nada".
Pero el eunuco le increpó: "¡Mientes como un desvergonzado! ¡No me harás creer que estando despierto no hayas oído nada!
Entonces el encargado repuso: “!Voy a decirte la verdad! El que cantaba era un nómada que acaba de pasar por ahí montado en un camello. Y me ha despertado con sus malditas canciones. ¡Alah lo confunda!".
Entonces el eunuco, aunque poco convencido de que aquello fuese verdad, marchó a decir a su señora: "¡Ha sido un nómada que pasó por ahí con su camello!"
Y Nozhatú, desolada con aquella contrariedad, miró silenciosamente al eunuco. Mientras tanto, Daul'makán había vuelto de su desmayo, y al ver la luna en lo alto del cielo, sintió en su espíritu la brisa encantadora de evocaciones lejanas; y cantó en su corazón la voz de innumerables aves, y modularon las flautas invisibles de los recuerdos. Quiso entonces expresar su emoción, y así lo expuso al encargado.
Pero éste le dijo: "¿Qué vas a hacer, hijo mío?" Y el otro repuso: "¡Voy a recitar algunos versos que calmarán mi corazón!" Pero el encargado repuso: "Sabe que ha estado aquí el eunuco, y a fuerza de habilidad he podido salvarte". Y Daul'makán preguntó: "¿De qué eunuco me hablas?" Y el encargado dijo: "¡Oh dueño mío! el eunuco de la esposa del chambelán ha venido aquí mientras estabas desmayado, y blandía un enorme garrote; y como yo era el único que estaba despierto, me preguntó si era el que había cantado. Y yo le contesté: "Ha sido un nómada que iba por el camino". Y el eunuco no pareció muy satisfecho, y me dijo: "Si oyes de nuevo la voz apodérate de ese hombre hasta que yo me presente y pueda llevarlo adonde está mi ama. ¡Y te hago responsable de él" Ya ves, amo mío, que me ha costado mucho engañar a ese negro receloso".
Entonces Daul'makán se indignó profundamente, y dijo: "¿Quién me impedirá cantar lo que me agrade? Quiero entonar los versos que me consuelan. Nada hay que temer, pues ahora estamos muy cerca de nuestro país". Pero el pobre encargado dijo: "¡Ya veo que quieres perderte sin remedio!" Y Daul-makán insistió: "Cantaré sin temor a nadie". Entonces el encargado dijo: "¡No me obligues a separarme de ti! ¡Prefiero marcharme, a presenciar que te martiricen! ¿Olvidas, hijo mío, que va a hacer año y medio que estamos juntos? ¿Por qué quieres que nos separen? Piensa que todo el mundo está rendido de cansancio y durmiendo tranquilamente. ¡Por piedad! no perturbes su descanso con tus versos, aunque sean todo lo hermosos que son". Pero Daul'makán no pudo contenerse más, y mientras la brisa cantaba en las palmeras frondosas, clamó con toda su voz:
¡Oh tiempos! ¿En dónde están los días en que nos favoreció el Destino, aquellos días en que estábamos reunidos en la morada querida, en la inolvidable patria?
¡Oh tiempos felices...! ¡Cuán lejos están! ¡Cuán lejos aquellos días y aquellas noches llenos de sonrisas!
¿Dónde están los días en que se expansionaba el corazón de Daul'makán al lado de una flor llamada Nozhatú'zamán?
Y terminado este canto, cayó desmayado de nuevo. Entonces el encargado se apresuró a cubrirlo con su manto.
Apenas oyó Nozhatú aquellos versos que citaban su nombre y el de su hermano y se aludía a sus desgracias, se sintió ahogada por los sollozos y se apresuró a llamar al eunuco, y le dijo: "¡Desventurado! El hombre que cantó antes acaba de cantar ahora muy cerca de aquí. Si no me lo traes en seguida, iré a buscar a mi esposo, y te dará de palos. Toma esos cien dinares y dáselos a ese cantor, y decídele a las buenas para que te siga. Y si se negase, dale este otro bolsillo, que contiene mil dinares. Y si a pesar de todo no quisiese venir, no insistas más, pero entérate dónde se alberga, y de lo que hace, y de qué tierra es, viniendo a ponerme al corriente de ello. ¡Y sobre todo, no tardes!"
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana y se calló discretamente.
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