Pero cuando llegó la 66ª noche
Ella dijo:
He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que la joven Nozhatú prosiguió de este modo:
"El mismo califa dijo un día: "¡No deseo que Alah me libre de morir, pues es el último beneficio concedido al verdadero creyente".
"Y Khaled ben-Safuán fué un día a ver al califa Hescham que estaba en la tienda de campaña rodeado de sus escribas y de sus servidores, y cuando llegó a su presencia, le dijo: "¡Que Alah te colme de sus mercedes, ¡oh Emir de los Creyentes! y que no ponga en tu felicidad ninguna gota de amargura. ¡Y he aquí que tengo que decirte unas palabras que no son nuevas, pero que están dotadas del valor de las cosas antiguas!"
Y el califa Hescham contestó: "Di lo que tengas que decir, ¡oh ibn-Safuán!" Y éste dijo: "Hubo, ¡oh Emir de los Creyentes! un rey entre los reyes que te han precedido, un año de entre los años pasados por la tierra. Y este rey habló de este modo a los que estaban sentados en torno suyo: "¡Oh todos vosotros! ¿hay alguno que haya conocido a un rey que me igualara en prosperidad, ni que fuese tan generoso como yo?"
Pero entre los presentes había un hombre santificado por la peregrinación y dotado de la verdadera sabiduría. Y este hombre dijo: "¡Oh rey! nos has dirigido una pregunta muy importante, y me atrevería a pedirte permiso para contestarla". El rey dijo: "Puedes hacerlo como gustes".
Y aquel hombre dijo: "¿Tu gloria y tu prosperidad son eternas o son fugaces como todas las cosas?" Y el rey respondió: "Son fugaces". Y el hombre dijo: "Entonces, ¿cómo puedes dirigir una pregunta tan grave acerca de una cosa tan pasajera, y de la cual habrás de ser llamado a dar cuenta algún día?"
El rey contestó: "Dices verdad, ¡oh muy venerable jeique! ¿Y qué me toca hacer ahora?" El hombre dijo: "Santificarte". Entonces el rey dejó su corona, vistió el hábito de peregrino y partió para la Ciudad Santa. "Y tú, ¡oh califa de Alah! -prosiguió ibn-Safuán- ¿qué piensas hacer?" Y el califa Hescham se emocionó hasta el límite de la emoción, y lloró tan extraordinariamente, que se mojó toda la barba. Y volvió a su palacio y se encerró en él para entregarse a la meditación".
Entonces los kadíes y el mercader, que estaban detrás del tapiz, volvieron a exclamar: "¡Qué admirable es todo esto!"
Y Nozhatú se detuvo, y dijo: "Esta PUERTA DE LA MORAL contiene tal número de ejemplos, que es imposible narrarlos en una sola sesión, ¡oh señores míos! ¡Pero Alah nos concederá largos días para relatarlos todos!"
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparacer la mañana, y se calló discretamente.
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